Los viajes de Odiseo


La Odisea es la historia de las aventuras del héroe griego Odiseo, o Ulises, por el mar color vino. Finalizada la guerra de Troya, Odiseo emprende el regreso a Ítaca, su patria, pero elcamino no le será nada fácil. La ira del dios Poseidón le pondrá muchos obstáculos, nuestro héroe naufraga, va de un lugar a otro: la tierra de los Cicones, la isla de los lotófagos , la isla de los cíclopes, la isla de Circe, la isla de Calipso, etc. y así tarda diez años en regresar a Ítaca. Los periplos de este viaje por el mar Mediteráneo dibujan un ir y venir bastante caótico. Muchos investigadores han propuesto las ubicaciones actuales de ese recorrido. Aquí les dejo dos de ellos que, aclaro, están en inglés:

In the wake of Odysseus, el título se podría traducir como Tras la estela de Odiseo. Esta página del profesor Jonathan Burgess, de la Universidad de Toronto, propne diversas ubicaciones del viaje de Odiseo basándose en libros de viaje y en teorias académicas.

 

El viaje de Odiseo. Un mapa de ubicaciones de la Odisea de Homero es un mapa interactivo creado por Gisele Mounzer.

Viaje de Odiseo- Gisele Mounzer

 

Sobre la Odisea, también tienen en este blog:

Guía de lectura

Poema Ítaca de Kavafis

Odiseo y la fuerza de voluntad: propuesta pedagógica para trabajar la libertad de elección, la responsabilidad y la importancia de la fuerza de voluntad para enfrentar las dificultades de la vida.

Circe, de Julio Cortázar

Ítaca, de Kavafis


 

Ítaca

Si vas a emprender viaje hacia Ítaca,

pide que tu camino sea largo,

rico en experiencias, en conocimiento.

A Lestrígones y a Cíclopes o al airado

Poseidón nunca temas:

no hallarás tales seres en tu ruta

si alto es tu pensamiento y limpia la emoción

de tu espíritu y tu cuerpo.

A Lestrígones ni a Cíclopes, ni al fiero Poseidón

hallarás nunca

si no los llevas dentro de tu alma,

si no es tu alma quien los pone ante ti.

Pide que tu camino sea largo,

que numerosas sean las mañanas de verano

en que con placer felizmente arribes

a bahías nunca vistas.

Ten siempre a Ítaca en la memoria.

Llegar allí es tu meta,

mas no apresures el viaje,

mejor que se extienda largos años,

y en tu vejez arribes a la isla

con cuanto hayas ganado en el camino,

sin esperar que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te regaló un hermoso viaje,

sin ella el camino no hubieras emprendido,

mas ninguna otra cosa puede darte.

Aunque pobre la encuentres, no te engañaría Ítaca.

Rico en saber y en vida como has vuelto

comprenderás ya que significan la Ítacas.

 

Konstantin Kavafis (1863-1933)

 

Breve análisis del poema:

Este poema,  inspirado en la Odisea de Homero, nos propone una interpretación metafórica del viaje.

El viaje es el recorrido de la vida. Esta metáfora de la vida como sendero, como camino, como viaje es un motivo universal. Recordemos, por ejemplo, los poemas Caminante no hay camino de Antonio Machado y El camino no elegido de Robert Frost.

Las Ítacas son las metas, los objetivos que nos proponemos en la vida. El sentido del poema de Kavafis es que el camino, el viaje, es más importante que la meta: llegar a la vejez con cuanto hayas ganado en el camino — experiencia y conocimiento— sin esperar que Ítaca te enriquezca. Cuando el poeta nos dice Ítaca te regaló un hermoso viaje, nos está mostrando que las metas que nos proponemos alcanzar nos permiten recorrer un camino, en el que vamos ganando experiencia, adquiriendo conocimientos y disfrutando al andar.

Es importante no apresurar el viaje porque es el viaje en sí mismo, y no la llegada a la meta, lo que nos dará satisfacción y experiencia. El poeta parece estar pidiéndonos que no quememos etapas, que disfrutemos cada paso, cada trayecto del camino.

En el viaje de la vida vamos a enfrentar Lestrigones y Cíclopes, metáfora de los miedos, monstruos internos que obstaculizan avanzar. Por eso, el poeta nos dice que nunca hallaremos tales monstruos si no los llevas dentro de tu alma, si no es tu alma quien los pone ante ti. Los miedos, como el miedo a la incertidumbre, el miedo al cambio, el miedo a lo desconocido, suelen ser los principales obstáculos que debemos vencer.  Para derrotar a esos Lestrigones y Cíclopes lo mejor es mantener alto el pensamiento, es decir, mantenerse firme en nuestras decisiones, y limpia la emoción, es decir, desterrar emociones negativas.

Recordemos que el objetivo que guía y mantiene fuerte a Odiseo es regresar a su patria, a Ítaca, y reencontrarse con su familia. Odiseo nunca pierde de vista ese objetivo, lo lleva en su corazón y en su mente, en su espíritu y en su pensamiento.  La perseverancia y la fuerza de voluntad le permiten sobreponerse a los terribles obstáculos del camino. Odiseo regresa a Ítaca rico en saber y en vida: las experiencias, las aventuras vividas lo han enriquecido.

 

Ahora nos podemos preguntar cuál es el objetivo común de todos los seres humanos… ¿ser feliz?

Si la vida es un camino en búsqueda de la felicidad, entonces la felicidad está en el camino, en la búsqueda misma.

Viajar… la búsqueda de uno mismo

El viaje es una metáfora de la vida y también, para muchas personas, viajar es una forma de vida, una búsqueda de nuestro propio ser. Quien viaja, descubre el mundo, descubre otras personas, otras filosofías de vida, otras culturas, otros modos de entender la vida y el mundo. Y es en el contraste con nuestros propios valores, formas de pensar y de vivir, que uno va descubriéndose a sí mismo; vamos conociéndonos a medida que conocemos a los demás. Entre el turista y el viajero hay un abismo de diferencia: el turista va en viaje organizado y planificado, sabe qué se va a encontrar, se hospeda en hoteles –lugares neutro donde solo encontrará otros turistas– y recorre con la vista para capturar la foto que pruebe que estuvo allí. El viajero se aventura hacia lo desconocido, muchas veces sin rumbo fijo, dejando que la vida lo sorprenda, haciendo camino al andar. Al viajero n le interesa la foto sino la charla con los lugareños, el compartir experiencias, el abrir los oídos y el alma, disfrutar el momento. El viajero va ligero de equipaje, lo que va adquiriendo en el camino se lleva en el espíritu, no en una maleta. Para todos los viajeros con quienes comparto una filosofía de vida, acá dejo estos versos de Mario Benedetti:

No te rindas, aun estas a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
[…]
Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.
 
imagen de vuelo-libertad

El camino no elegido


 

«El camino no elegido» es un poema de Robert Frost, poeta estadounidense (1874-1963). El poema plantea la metáfora de la vida como un recorrido en el que las bifurcaciones (alternativas) nos obligan a elegir qué camino seguir. Cuando llegamos a una bifurcación, punto crucial del recorrido, debemos tomar una decisión. Sabemos que el futuro dependerá de esa elección. Podemos elegir el camino más transitado, el que la mayoría de las personas elegirían (por costumbre o comodidad) y por tanto será más fácil ya que la senda está marcada, o aventurarnos por el camino menos transitado y construir nuestra propia senda, abrirnos camino ante las dificultades, enfrentar obstáculos e imprevistos.

Frost. El camino no elegido

Fotografía: «El Mollar», Tucumán, Argentina
@ imagen Marina Menéndez https://lenli.wordpress.com/

Un lindo poema para pensar, debatir y abrir camino a la reflexión sobre nuestras decisiones en la vida. Sugiero leerlo junto con el poema de Antonio Machado:

Caminante, son tus huellas

el camino y nada más;

caminante, no hay camino;

se hace camino al andar.

Al andar se hace camino

y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino

sino estelas en el mar.

 

Para seguir leyendo sobre el tema de la libertad de elección, ver «La mariposa azul» en este blog.

 

¡Disfruten la lectura!

La Refalosa. Ascasubi


La Refalosa, por Hilario Ascasubi
la refalosa

Mirá, gaucho salvajón,

que no pierdo la esperanza,

y no es chanza,

de hacerte probar qué cosa

es Tin tin y Refalosa.

Ahora te diré cómo es:

escuchá y no te asustés;

que para ustedes es canto

más triste que un viernes santo.

Unitario que agarramos

Mazorquero (s/f), Juan Manuel Blanes. Wikimedia Commons

lo estiramos;

o paradito nomás,

por atrás,

lo amarran los compañeros

por supuesto, mazorqueros,

y ligao

con un maniador doblao,

ya queda codo con codo

y desnudito ante todo.

¡Salvajón!

Aquí empieza su aflición.

Luego después a los pieses

un sobeo en tres dobleces

se le atraca,

y queda como una estaca.

lindamente asigurao,

y parao

lo tenemos clamoriando;

y como medio chanciando

lo pinchamos,

y lo que grita, cantamos

la refalosa y tin tin,

sin violín.

Pero seguimos el son

en la vaina del latón,

que asentamos

el cuchillo, y le tantiamos

con las uñas el cogote.

¡Brinca el salvaje vilote

que da risa!

Cuando algunos en camisa

se empiezan a revolcar,

y a llorar,

que es lo que más nos divierte;

de igual suerte

que al Presidente le agrada,

y larga la carcajada

de alegría,

al oír la musiquería

y la broma que le damos

al salvaje que amarramos.

Finalmente:

cuando creemos conveniente,

después que nos divertimos

grandemente, decidimos

que al salvaje

el resuello se le ataje;

y a derechas

lo agarra uno de las mechas,

mientras otro

lo sujeta como a potro

de las patas,

que si se mueve es a gatas.

Entretanto,

nos clama por cuanto santo

tiene el cielo;

pero ahi nomás por consuelo

a su queja:

abajito de la oreja,

con un puñal bien templao

y afilao,

que se llama el quita penas,

le atravesamos las venas

del pescuezo.

¿Y qué se le hace con eso?

larga sangre que es un gusto,

y del susto

entra a revolver los ojos.

¡Ah, hombres flojos!

hemos visto algunos de éstos

que se muerden y hacen gestos,

y visajes

que se pelan los salvajes,

largando tamaña lengua;

y entre nosotros no es mengua

el besarlo,

para medio contentarlo.

¡Qué jarana!

nos reímos de buena gana

y muy mucho,

de ver que hasta les da chucho;

y entonces lo desatamos

y soltamos;

y lo sabemos parar

para verlo refalar

¡en la sangre!

hasta que le da un calambre

Y se cai a patalear,

y a temblar

muy fiero, hasta que se estira

el salvaje; y, lo que espira,

le sacamos

una lonja que apreciamos

el sobarla,

y de manea gastarla.

De ahí se le cortan orejas,

barba, patilla y cejas;

y pelao

lo dejamos arrumbao,

para que engorde algún chancho,

o carancho.

Conque ya ves, Salvajón;

nadita te ha de pasar

después de hacerte gritar:

¡Viva la Federación!

Ver también «El Matadero» de E. Echeverría

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